Cuentan las abuelas y los abuelos que hace
muchísimos años, en el reino más bonito y exótico que existía. Vivían un
príncipe y una princesa llamados Tristán y Leonor. Eran tan felices como nadie
podía ser más feliz pues, aparte de poseer grandes riquezas materiales, poseían
una gran riqueza sentimental. Tristán y
Leonor habían tenido la gran suerte de amarse desde el primer momento en el que
cruzaron la primera mirada, a pesar de haber sido un matrimonio concertado por
sus padres.
Tras una boda que duraría 3 días y 3 noches se
convirtieron en Rey y Reina. Al poco, no tardó en llegar la gran noticia que
haría que el reino volviera a engalanarse con sus mejores vestidos: la llegada
del primer heredero a palacio.
Pasaron algunos meses y esta gran dicha que poseían,
un buen día se vio mermada. La princesa Leonor cayó enferma. Tuvo que pasar el
resto de su embarazo en cama esperando el peor de los resultados. Gracias a los
mejores médicos, Leonor aguantó con una salud débil el resto del embarazo, y el
día del parto, tardó en morir lo que se tarda en darle un abrazo a un bebé.
El rey, con el mayor de los dolores, se encerró en
el ala norte del castillo de la cual, no salió en años. Pasó mucho tiempo muy
enfadado, pues no entendía porqué con lo feliz que era, tenía que haber muerto
su mujer, dejándole además, una hija hembra, la cual no podía dejar como
heredera. Todo este tiempo encerrado en el castillo le hizo hasta perder el
juicio y al poco empezaron a llamarlo por el mote de “Rey loco”. Queriendo dar
respuesta a tantas preguntas que no entendía, le echó la culpa a su hija de la
muerte de su esposa, y la repudió por muchos años.
Adela, así nombraron a aquella niña, creció feliz en
el ala sur del castillo. Jugando con los hijos de la servidumbre y siendo
educada por una institutriz. Sabía cantar, contar bellos cuentos y el destino
había querido que Adela fuera muy muy bella. Tan bella como su madre, de la que
todo el mundo hablaba. Contaban historias a través de las cuales, Adela
entendió, que su madre era una mujer buena y honesta. Por eso, todo el empeño
de la niña era parecerse a ella, y lo consiguió. Cuando la princesa llegó a la
edad adulta, se había convertido en una mujer con el mejor corazón del reino,
muy inteligente y valiente como los caballeros que protegían el reino de su
padre.
Pasaron los años y un buen día el rey recibió una
amenaza de reinos vecinos. Querían entrar en guerra de no llegar a un acuerdo,
por ciertas tierras que colindaban unos reinos con otros. Tristán, que cada año
había hecho que su carácter fuera más fuerte y áspero, pensó que entraría en
guerra, pues a su edad y con sus circunstancias, ya nada le importaba. Pero no
podía dejar su reino sin un heredero al que otorgarle todo su legado si a él le
pasaba algo en la batalla. Así que reunió a sus consejeros y explicó sus
intenciones, dejando claro que solo se casaría con una mujer si ganaba en
belleza a su querida Leonor. Pues si no encontraba otra mujer así, no merecía
la pena traicionar el recuerdo de esta.
Grandes retratos le mostraron de mujeres de reinos
cercanos, pero a Tristán ninguna le parecía más bella que Leonor. Buscaron en
reinos lejanos… pero nada. Tristán lo
dio por imposible, hasta que un día se asomó a la ventana y ahí estaba. Era
Leonor cabalgando con su melena al viento como años atrás. Pensando que había enloquecido
del todo bajó a toda prisa hacia las afueras del castillo y cuando se acercó,
cuál fue su sorpresa al ver que no era Leonor, si no Adela, su hija.
Puesto que hacía años que no la veía y no le unía a
ella ningún lazo sentimental, había perdido el juicio y era la única mujer más
guapa que su querida Leonor, no dudó en exigirle que dentro de muy poco se uniría
en matrimonio a él.
Adela horrorizada, quiso escapar en ese mismo
momento, negándose rotundamente a acceder a esa unión, pero Tristán hacía honor
a su mote, “El Rey Loco”, y le hizo ver que no era una petición, si no una
orden.
La princesa, sin saber cómo escapar de aquella
horrible pesadilla se pasó toda la noche pensando hasta que ideó un plan:
- Le
diré que quiero un regalo de pedida tan difícil de conseguir que tardará años
en hacérmelo llegar. De este modo, seguro que, durante ese tiempo, encontrará
otra mujer con quien casarse, o se olvidará de todo este mal trago.
Así lo hizo. Adela fue al ala norte del castillo y como
regalo de compromiso le pidió a su padre tres vestidos muy especiales. Uno de ellos sería color cielo, elaborado con
las mejores piedras preciosas lapislázuli que se recogen arriba de la cascada
más alta del reino. El segundo sería color rosa, tejido con hilo de rubí,
recolectado de las minas más profundas jamás explotadas. Y el tercer y último
vestido sería de color verde esmeralda. Éste debía llevar engarzados cientos de
este mineral a lo largo de un velo de tantos metros como años tenía.
A su padre le pareció una tarea muy difícil, pero
pensando en la memoria de su esposa Leonor, y en no querer traicionarla
casándose con una mujer menos bella que ella, así lo hizo. Tardó dos años,
hasta que entregó los vestidos a su hija. Durante este tiempo, la niña vivía
feliz, y como no había vuelto a ver a s u padre desde entonces, pensó que éste
ya se había deshecho de la idea del casamiento. Tras dos años, un buen día lo vio
aparecer con los vestidos y no pudo hacer otra cosa que echarse a llorar, aceptarlos
y mostrarle sus respetos.
- - En
15 días celebraremos nuestro compromiso.- Le dijo Tristán muy serio.
Adela se pasó la noche derramando lágrimas y pensó
que debía idear otro plan para alargar aquella boda. Volvió a presentarte ante
su padre y le dijo que como regalo de bodas quería un abrigo, pero era un
abrigo muy singular.
- - Padre,
usted que tiene tanto poder y es capaz de todo, seguro que puede mandar tejer un
abrigo hecho con un trocito de la piel de todos los animales que habitan en el
reino.
Tristán al principio se mostró reacio, pero aun no
había existido nadie que le retara a algo que él no había sido capaz de
conseguir, así que aceptó, y la niña quedó feliz y tranquila por el momento, al
ver que la boda se aplazaría durante otro largo periodo de tiempo.
Pasaron otros dos años, y una mañana soleada en la
que Adela volvía de dar un paseo por el bosque, vio a su padre esperándola en
el jardín del ala sur del castillo. Ella, que ya se imaginaba porqué el Rey
estaba allí entró cabizbaja y esperó a que él hablara:
- - Aquí
tienes lo que acordamos. Un abrigo de toda clase de pieles. Dentro de dos
semanas nos casaremos.
Se trataba de un abrigo precioso. Largo hasta los pies,
con una capucha grande que le tapaba todo el rostro y unas mangas anchas en las
que esconder sus manos cuando hiciera frio.
La princesa desesperada y viendo que no podía hacer
nada por aplazar la celebración del compromiso más tiempo, decidió escaparse.
Metió en una mochila sus tres vestidos, se puso su abrigo de toda clase de
pieles y se marchó. Cuando estaba a punto de salir del castillo, oyó un ruido y
al levantar la cabeza se dio cuenta que
su institutriz estaba esperándola en la puerta que daba al bosque. Se quedó muy
sorprendida, pues creía que ésta la iba a descubrir, pero no fue así. Su ama la
quería como a una hija y entendía el motivo de su huída, pero antes de dejarla
marchar le dio un regalo. Se trataba de una cadera de oro con tres piedras
preciosas que colgaban de ella. Una era azul, otra rosa y la última verde.
- - Eran
de tu madre. Le prometí que te lo entregaría el día que contrajeras matrimonio
con un hombre, pero en vistas de lo ocurrido tómalo. Te dará suerte. Utilízalo sabiamente
mi pequeña niña.
Qué coincidencia tan grata, pensó Adela, su madre
había elegido para regalarle tres piedras del mismo color que los tres vestidos
que ella había escogido. En ese momento, se sintió más cerca de ella que nunca.
Adela emocionada, cogió la cadena, le dio un abrazo a su ama y se fue.
Corrió y ando sin parar a través del bosque durante
dos días consecutivos hasta que calló agotada de cansancio y se quedó dormida a
los pies de un riachuelo. Durmió hasta que su cuerpo estuvo cansado de dormir y
al despertar, aturdida, oyó a alguien que se bañaba en aquellas aguas. Sin
querer que la descubrieran, escondida, se asomó y observó a un joven. Quedó
perpleja al ver lo bello y fuerte que era aquel chico. Lo siguió por el bosque
hasta llegar a un gran castillo. Adela no sabía en qué lugar se encontraba,
pero debía haber salido de su reino porque aquel castillo no era el de su
padre.
Quiso seguir su huída pero cuando se giró para
emprender el camino notó una punzada en el costado y al girarse, vio que se
trataba de un caballero que empuñaba una espada. Adela asustada, pegó un grito
y echó a correr, pero enseguida aparecieron más hombres y la capturaron.
Sucia y zarrapastrosa como estaba, la llevaron a una
pequeña cabaña a las afueras del castillo, donde vivía una vieja hechicera muy
enferma que servía al Rey.
- - Te
quedarás a vivir con ella y así te enseñará a elaborar todas sus medicinas y
pociones. De este modo, cuando ella muera, que ya le queda muy poco, serás la
encargada de aprender y memorizar todas sus recetas para seguir sirviendo al Rey.
La vieja hechicera, a pesar de su apariencia, trató
muy bien a Adela. La bañó y poco a poco le fue enseñando toda su sabiduría.
Durante este tiempo la niña se mostró amable pero muy tímida. Nunca le confesó
quien era en realidad por miedo a que algún día la delatara y queriendo, de
este modo, olvidarse de su pasado por completo.
Al poco se anunció en el reino una gran fiesta en la
que el príncipe elegiría esposa para casarse. Esta fiesta duraría tres días y a
ella acudirían las damas más bellas de pueblos y ciudades. Adela, con mucha
curiosidad por ver cómo era aquel castillo, cuando la vieja hechicera se echó a
dormir el primer día de esta gran fiesta, decidió ponerse su vestido color
cielo, elaborado con las mejores piedras preciosas lapislázuli que se recogen
arriba de la cascada más alta de su reino y se fue a palacio. La fiesta estaba
llena de princesas y damas muy bellas, pero nadie poseía un vestido más bonito
y original que Adela, por ello el príncipe cuando la vio, se quedó anonadado.
La niña recordaba a aquel muchacho la vez que le vio bañarse en el rio.
Bailaron y hablaron y al acabar la fiesta, Adela muy sigilosa, salió del
castillo y volvió a su cabaña donde le esperaba la vieja hechicera dormida.
Tan pronto como se metió en su catre llamaron a la
puerta.
- - ¡Abran
la puerta por orden del Rey!
Adela se colocó su abrigo de toda clase de pieles y
abrió. Se trataba del consejero del Rey. Pedía medicina para el príncipe, que
tras la primera noche de fiesta, sentía una gran dolencia en el estómago. Así,
la muchacha se dirigió al castillo para darle el fármaco al príncipe, pero
antes, astuta como solo ella era, se quitó la piedra azul que colgaba de la cadena de su madre y la
metió en el frasco. Adela entró a la habitación, escondida bajo su abrigo de
toda clase de pieles, le entregó el fármaco al príncipe y se marchó.
Este se tomó la medicina y al tragarse el líquido
escupió la piedra muy sorprendido. Le extrañó mucho pero al mirarla, le recordó
al color del vestido que llevaba puesto la joven dama que había conocido
aquella noche, así que se la colgó en la cadena que llevaba al cuello y se
quedó dormido.
Al día siguiente Adela volvió a esperar a que la
vieja hechicera se durmiera e hizo el mismo ritual que la noche anterior, pero
esta vez se puso el vestido color rosa,
tejido con hilo de rubí, recolectado de las minas más profundas jamás explotadas.
Al entrar en el baile, todo el mundo la miraba, observando aquel maravilloso
vestido y la belleza que con él derrochaba. El príncipe solo tubo ojos para
ella y Adela pasó la noche más maravillosa de su vida sin parar de bailar. Al
acabar, como la noche anterior, la muchacha salió a escondidas del palacio y al
entrar a la cabaña, sin apenas haberle dado tiempo a cambiarse de ropa
volvieron a llamar a la puerta. De nuevo el consejero del Rey pedía el mismo
fármaco para el príncipe, asique Adela volvió a colocarse su abrigo de toda
clase de pieles, cogió el frasco, le metió la piedra rosa que su madre le había
regalado y se dirigió a la habitación del príncipe. Entró, le dejó el fármaco y
salió. El príncipe volvió a tomarse el líquido y a escupir una piedra, pero
esta vez era rosa. Rosa como el vestido de la que esperaba iba a ser su esposa.
Volvió a cantar el gallo que anunciaba el comienzo del
tercer día de fiesta y Adela volvió a hacer lo mimo que los dos días anteriores,
exceptuando que esta vez su vestido era de color verde esmeralda. Éste llevaba engarzados
cientos de este mineral a lo largo de un velo de tantos metros como años tenía.
El joven príncipe no se paró ni a saludar al resto de muchachas que asistieron
al baile y cogió de la mano a Adela y pasaron toda la fiesta paseando por el
jardín. El muchacho estaba decidido a pedirle matrimonio, pero a Adela le
surgieron muchas dudas: ¿Tendría que decirle realmente quien era? ¿Y si su padre
la encontraba? ¡La mataría a ella y al príncipe! Asique cuando el muchacho no
se dio cuenta Adela echó a correr y se escondió en su cabaña temerosa de que la
descubrieran.
Por tercer día consecutivo al príncipe le volvió la
dolencia al estómago y Adela, escondida bajo su abrigo de toda clase de pieles,
le llevó un fármaco donde metió la última piedra del colgante de su madre. La
verde esmeralda.
Cuando entró a la habitación, pensó dejarle su
medicina encima de la mesilla e irse, como hizo los dos días anteriores, pero esta
vez el príncipe le pidió que se quedara, y le preguntó a aquella persona tapada
con una gran capucha muy enigmática:
- - ¿Si
me bebo este líquido encontraré dentro una piedra color verde?
Adela se puso nerviosa y con voz temblorosa y agravada
respondió:
- - No
lo sé mi señor.
Pero el príncipe ya sospechaba lo que allí estaba
pasando y le pidió que se quitara la capucha y descubriera su rostro, viendo
que sus sospechas eran ciertas. Tras ese abrigo de toda clase de pieles se
escondía el amor de su vida.
- - La
causa de mi dolor de estas noches no es una mala digestión, ni un dolor
estomacal, es la angustia que siento cada vez que te alejas de mí. Me da igual
de donde vengas ni quien seas, pero quédate a mi lado para el resto de mi vida.
Y por su puesto Adela así lo hizo, convirtiéndose en
la Reina de aquel maravilloso reino.
CAMBIOS
REALIZADOS EN LA ADAPTACIÓN
He vuelto a escribir el cuento y, esta vez, creo que
sí he respetado el esquema central del que se compone. La reina muere y el
padre quiere casarse con su hija. Ésta, con su astucia, le hace difíciles peticiones
que hacen que la boda se retrase, pero al no lograr la cancelación de ese
injusto matrimonio decide escapar. Llega a un reino donde permanece sin descubrir
su identidad y se cuela en la gran fiesta de compromiso que organiza el
príncipe. Ella, por su lado, utiliza el colgante que le regaló su madre antes
de morir, para que el joven acabe sabiendo su identidad. Tras todo ello
terminan juntos y felices.
En mi primer intento de adaptar el cuento cambié la
personalidad de la princesa, haciendo de ella una déspota, avariciosa y
caprichosa. Y ahora me doy cuenta que, es cierto, fue una versión en toda
regla. En este, sin embargo, como leí en la corrección, creo haber conseguido
una princesa bella, valiente y astuta.
Dentro de
esta adaptación he realizado cambios en
torno al original:
-
-La reina Leonor no le hace prometer al Rey que
se casará con alguien más bella que ella, es él el que, por guardar respeto a
la memoria de su mujer, decide volver a casarse, pero con esa única condición: solo
si es más bella que su mujer.
- -Tras la muerte de Leonor, el Rey repudia a su hija,
culpándola de su viudez y se exilia al ala norte del castillo, de la que no
sale hasta que su hija Adela es adulta.
- -A causa de este encierro, el Rey pierde el juicio y es
por eso que tiene la horrible idea de casarse con su hija cuando esta crece. De
este modo le doy una explicación al incesto, que es algo bastante estridente
dentro de la historia.
- -Adela pide al padre 3 vestidos, pero de diferentes
tejidos que en el cuento original.
- -Adela, en esta adaptación, se cría con una ama, que
es quien le entrega la cadena que su madre le deja antes de morir.
- -De esta cadena de oro cuelgan 3 piedras preciosas
del mismo color que los vestidos que ella elige, no son tres figuras de oro
como se cuenta en el original.
- -Tras su huida, no la llevan los guardias al
castillo, es ella misma quien lo encuentra siguiendo al príncipe que ve bañarse
en un riachuelo.
- -No la meten en las cocinas de palacio, aquí acompaña
a la vieja hechicera que vive en una cabaña, para aprender a elaborar pócimas y
fármacos.
- -Adela no pide permiso a la hechicera para curiosear
el baile, se escapa cuando ella duerme.
- -Por las noches no lleva al príncipe un caldo, sino
medicina para sus dolencias.
- -Adela no le mete en el caldo las figuras de oro que
le regaló su madre, sino las piedras preciosas, cada una del mismo color que el
vestido que lleva ese día.
Es una adaptación para niños de 6 años. Con estos
textos folclóricos se fomenta la capacidad de crear e imaginar en los niños.
Aportando enseñanzas con un recurso meramente lúdico. De este modo podemos
estimular la fantasía, creatividad, el ritmo, la lógica o el lenguaje.
Perfecto.
ResponderEliminar